Un proyecto educativo
Esta acción, que se renueva con carácter anual, está basada en el proyecto lector de los centros educativos La Salle. A través de personas e instituciones, reciben libros, lo que les permite ofrecer material a Manos Abiertas y regalar a los niños que lo necesiten obras y textos para sus hogares o centros educativos.
Cada año pasan por la entidad más de 100 niños. “Si tenemos en cuenta que Manos Abiertas cumple este curso 25 años de vida en el barrio, podemos decir que hemos leído mucho y, sobre todo, disfrutado con ello”, resalta María Arce.
Su experiencia les ha permitido constatar que existen dos razones en el Polígono Norte por las que los pequeños no leen: por un lado, está la dificultad de la lectura, “el propio hecho de ‘no saber’”, dado que muchos de los niños con los que trabajan abandona el mundo escolar sin haber descubierto la utilidad y el placer de la lectura.
Por otro, estos chavales ven la lectura como algo aburrido y sin atractivo, por lo que “el éxito consiste en conseguir que a los niños les guste realmente leer, para lo que es fundamental el papel que desarrollan los educadores”.
Los voluntarios de La Salle confían en que las bibliotecas “completas y bien organizadas” pueden ayudar a combatir el problema que las pantallas provocan en los pequeños. En A juicio de Arce, “tienen que abarcar todos los géneros: desde la narrativa a la poesía, aventuras, novela policíaca, de ciencia ficción, sin olvidar los cómics”.
Entienden que, de esta manera, los educadores tienen la oportunidad de conocer los gustos de los niños y les pueden ayudar a escoger con mayor facilidad diversificando sus opciones. “Lo importante es que puedan leer por el gusto de leer, sin segundos objetivos ni fatídicos trabajos pocos relacionados con el sentido real de la lectura”, insisten.
Si los voluntarios de La Salle nos tuvieran que contar un cuento, seguramente escucharíamos la historia de Peter Pan, el niño de 10 años que nunca crece. “Así nos sentimos todas las personas que trabajamos en Manos Abiertas, ya sea con carácter voluntario o laboral. Te vuelves niño de nuevo cada vez que pones un pie en el barrio o en la sede”, confiesa Arce.
Y es que, como decía el propio Peter Pan, “los niños de hoy en día saben tantas cosas que dejan pronto de creer en las hadas”. Algo que proyectos como Betania tratan de evitar para que sigan siendo precisamente eso: niños.